Evolucion del Blockchain

Breve historia de la evolución del blockchain

Allí por el año 2005, Stephen Hawking dictó “Brevísima historia del tiempo”, dedicado a todos los que sufrimos un esguince neuronal intentando entender “breve historia del tiempo”. Ambos libros tratan de explicar, de la forma más sencilla posible, la historia del universo.

Pasa un poco lo mismo con la tecnología Blockchain, o las mal llamadas criptomonedas. Todo el mundo sabe que existen, pero muy poca gente realmente entiende de qué se trata o cuál es el valor que pueden aportar.

Vamos pues a tratar de resumir la breve historia de la tecnología, sus principales aplicaciones hasta la fecha y el valor disruptivo que aporta.

 

La génesis en 2009

A resultas de la crisis del 2007 – 2008, provocada en parte por la pésima gestión gubernamental de las políticas monetarias, un grupo de revolucionarios llamados cypherpunks proponen arrebatar la gestión del dinero de manos de políticos, bancos y demás instituciones.

Con el utópico objetivo de combatir la inflación y la deuda mundial, nacen Bitcoin y la tecnología Blockchain. La simple idea de crear una moneda digital descentralizada, con un suministro limitado, que no pudiera ser manipulada ni gestionada por ninguna forma de gobierno. Pensará el lector que los términos moneda y digital están lejos de aportar nada nuevo al mundo, lo que inevitablemente sitúa la clave en el concepto descentralización.

A nivel muy básico la tecnología Blockchain permite el intercambio de cualquier activo digital (o digitalizado) entre partes, sin la participación de una entidad que verifique la transacción. Es decir, la tecnología asegura por sí misma la fiabilidad de un intercambio (de forma objetiva y comprobable) de cualquier activo digital. Esto se consigue mediante la descentralización. Podemos decir que se sustituye a una tercera parte de confianza por una red de comisionistas que aseguran, contabilizan y certifican que la transacción se ha producido.

Ejemplos de blockchain

Imaginemos que quiero enviar dinero a otra persona, por ejemplo, al señor Sr. Nakamoto. El método tradicional sería avisar a mi banco para que mande el dinero. El banco certificaría que yo tengo el activo, y mediante su programa informático haría un intercambio digital (restaría un importe de mi cuenta y lo sumaría a la del Señor Nakamoto.)

Bitcoin permite exactamente el mismo flujo digital, pero sin la supervisión de ninguna tercera parte “de confianza”. Bitcoin es un programa informático, en esencia una especie de virus, que no tiene ni necesita ningún equipo directivo ni nadie que lo gestione. Solamente la propia comunidad, por unanimidad, puede introducir cambios en el sistema.

Así nace, en 2009, el mayor experimento mundial en el campo de la moneda, en un intento sin precedentes de transferir poder de los gobiernos a la población. El tiempo dirá en qué queda esta suerte de revolución monetaria, y cuál es el impacto real que tiene en la economía mundial. En todo caso, hasta la fecha, el crecimiento y la adopción de Bitcoin constituyen una de las mayores disrupciones de la historia reciente de la humanidad.

 

Ethereum y los smart contracts

Cuenta la leyenda que una tarde de primavera del año 2015, un jovencísimo Vitalik Buterin, indignado por una modificación imprevista de su videojuego preferido, decidió que el cliente siempre tiene razón y que el poder de las empresas para cambiar las reglas del juego a medio partido no era de recibo. Buen conocedor como era de Bitcoin y de la tecnología Blockchain, se preguntó si la descentralización podía tener más aplicaciones, más allá del mero intercambio monetario. Así nacía el concepto smart contract, a juicio de muchos, el mayor cambio en la economía productiva desde la revolución industrial.

Sin entrar en tecnicismos, a fin de evitar somnolencias indeseadas, podemos resumir un smart contract como un acuerdo entre dos o más partes que se autoejecuta. O, dicho de otro modo, no necesita de una tercera parte para desarrollarse. Veremos clara su utilidad en pocas líneas, pero a un nivel muy básico, en palabras del propio Buterin “en lugar de dejar al taxista sin trabajo, Blockchain deja sin trabajo a Uber, poniendo en contacto directamente al taxista y al cliente”. En otros términos, los contratos inteligentes eliminan la necesidad de la empresa en el proceso productivo. Si esto no es un cambio disruptivo en la economía mundial, ya me dirán.

En cualquier caso, tardamos cinco largos años desde la promesa de los contratos inteligentes hasta ver las primeras aplicaciones prácticas de la tecnología, a saber:

 

DeFi

Ironías del destino, el primer ecosistema que recibió el embate de la primera aplicación masiva de los smart contract fue el sector bancario y/o financiero. Si un cliente puede depositar dinero en un banco y otro cliente puede pedir dinero prestado, ¿qué tal si sacamos al banco del medio y automatizamos los depósitos y los préstamos? Y así es como, allá por el lejano 2020, algunos fuimos testigos, con una mezcla de asombro e ilusión, del nacimiento de las finanzas descentralizadas, DeFi por su acrónimo en inglés.

Recuerde el atento lector que los contratos inteligentes se autoejecutan, no dependen de nadie. Una vez el contrato está depositado en la Blockchain, nadie puede alterarlo, modificarlo, derogarlo… En este mundo las reglas del juego no se pueden cambiar a medio partido.

Por supuesto, DeFi automatiza todas estas tareas, sin ningún banco de por medio. Imaginen ustedes que son los orgullosos propietarios de 1.000 monedas digitales de las llamadas dólares americanos. Imaginen también que entran en www.aave.com (el mayor protocolo DeFi en la actualidad) y depositan 1.000 USD (una criptomoneda paritaria al dólar americano). En realidad, se estaría ejecutando un smart contract que, de forma automática, gestionaría el dinero recibido. En función de la ratio prestatarios / prestamistas, el protocolo calcula cada minuto el interés devengado, un 13.90% en el momento de escribir este párrafo, y le ingresa al momento el dinero correspondiente.

Pues así con todo. Los protocolos DeFi gestionan actualmente 218 billones (americanos) de dólares (americanos), lo que situaría al ecosistema como el cuarto banco más grande del mundo: no son malas cifras teniendo en cuenta su estado, todavía embrionario.

 

NFT

La segunda gran aplicación de la tecnología Blockchain (tercera, si contamos Bitcoin), son los archiconocidos NFT. Si no he sido capaz de explicar de forma sencilla los puntos anteriores, sugiero abandonar inmediatamente la lectura, puesto que no será este tema de más fácil comprensión. En cualquier caso, por intención no quedará.

Un NFT es un token no fungible, en esencia lo mismo que una moneda digital con la diferencia que cada token es único. Siendo cada token único, podemos también darle diferentes utilidades.

La primera ola de NFT, cuya aplicación masiva no llegó hasta finales del 2020 o principios del 21, no dejaban de ser imágenes carísimas (overpriced JPGs), con la correspondiente estupefacción mundial toda vez que alguien desembolsa, casi a diario, medio millón de dólares por la foto de un mono. Recuerden que la intención del que escribe es destacar el valor de la tecnología, no el precio del resultado. Estas proto colecciones, consolidadas ya con la fama y la fortuna de lo primigenio, dieron paso al escenario actual, virando hacia la utilidad pura, o la mezcla arte / utilidad, de aplicaciones y utilidades insospechadas y difícilmente imaginables.

Actualmente, destacan con fuerza colecciones de NFT de utilidad, convertidas en una suerte de carné de pertenencia a selectos clubs, de entradas a espectáculos o eventos con o sin niveles de usuarios según consumo, de acceso a cuentas de sistemas de ventas, clientes, referidos… así hasta un sinfín de aplicaciones inimaginables por venir.

A su vez, un token no fungible puede ser (y es) cualquier activo digital único, por ejemplo, una canción, que puede ostentar cualquiera (un autor, un grupo, mil fans…) o una fotografía, que puede pertenecer a su autor o un estudio. Estos tenedores pueden, a su vez, cobrar una pequeña cantidad de cada venta posterior del activo. En la industria musical existen ya varios ejemplos de plataformas tipo Spotify, pero sin empresa de por medio, poniendo en contacto directamente a creadores y a usuarios y repartiendo, mediante NFT y smart contracts, los ingresos generados entre ambos. Véase, por ejemplo, www.opulous.org.

Y también, un NFT puede actuar como una suerte de representación de una acción empresarial, distribuyendo parte de los beneficios entre clientes, empleados, proveedores… y acreditando la pertenencia para entrar en un evento, recibir descuentos en futuras compras…

En fin, no da para más hoy, habiendo dejado en el tintero interesantes temas como el metaverso, gaming, ICO, DAO…, de lo que podemos hablar en ocasiones futuras.

Espero haber sido capaz, como reza el encabezamiento, de explicar de una forma entendible los primeros años de una tecnología que, no solo ha venido para quedarse, sino que cambiará la economía mundial en formas que no sabemos imaginar.

 

Arnau Moranta

Asesor Fiscal
amoranta@etl.es

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