Inteligencia Artificial y Abogacía: Una convivencia forzada

La irrupción de la Inteligencia Artificial y demás entidades robóticas cada vez más capaces en el mundo laboral es una realidad fácilmente palpable en los últimos tiempos. ChatGPT, el prototipo de robot de conversación de inteligencia artificial, que aprende en base a las conversaciones mantenidas con sus usuarios, alcanzó nuevas cotas de desarrollo la pasada semana cuando obtuvo un nada desdeñable 8,36 en una simulación de Evaluación del Bachillerato para el Acceso a la Universidad -es decir, la Selectividad-. Por poner el desarrollo de ChatGPT en contexto, una inteligencia artificial tan extremadamente prematura podría entrar, en la actualidad, en los grados universitarios de Física, Química, Biología, Derecho o Administración y Dirección de Empresas.

Precisamente deseamos enfocar estas líneas en la entrada de la IA en el mundo del Derecho, y la condena a entendernos con ella: si un robot con cuatro meses de aprendizaje puede aprobar un examen de Selectividad y entrar -sí bien metafísicamente- en una Facultad de Derecho, no es descabellado pensar que en breve pueda realizar dictámenes, demandas, escritos e incluso Sentencias, con la ventaja -o inconveniente- de no someterse a los posibles sesgos -de clase, de raza, de sexo o religiosos- que pueda tener un ser humano.

La entrada de los robots en la abogacía tiene una segunda derivada. Los costes de contratar a un profesional y su especialización y aprendizaje siempre serán más elevados que los costes de utilizar una entidad no humana, sin necesidades biológicas ni familiares.

Con el futuro a largo plazo dibujado, sí que queremos recalcar un futuro más halagüeño a corto plazo, en la inevitable convivencia que se va a dar y las ventajas que nos puede ofrecer:

La IA está permitiendo a los abogados mejorar la eficiencia y la precisión de su trabajo, al mismo tiempo que reduce el tiempo y los costos asociados con las tareas legales rutinarias.

A modo de ejemplo, una de las áreas donde la IA está teniendo un impacto significativo es en la elaboración de contratos y documentos legales. Con la ayuda de herramientas de este tipo, los abogados pueden elaborar documentos legales personalizados en cuestión de minutos, en lugar de horas o días. Además, estas herramientas nos pueden ayudar a identificar y corregir errores en los documentos, lo que perfecciona el asesoramiento que, precisamente, por los sesgos humanos que comentábamos antes, puede no ser omnicomprensivo.

Del mismo modo, nos puede ayudar en la toma de decisiones proporcionando información y análisis de datos. Puede efectuar análisis de riesgos, cálculo de probabilidades y predicciones basadas en datos históricos. En este punto, se hace necesario mencionar la naciente jurimetría, herramienta de analítica jurisprudencial, que analizando datos históricos de casos y decisiones judiciales de cada Juzgado, puede realizar predicciones sobre el resultado probable de un caso, ofreciéndonos a los abogados -y, por extensión, a nuestros clientes-, asesoramiento fundado sobre si conviene o no someter sus litigios al arbitrio del Juez y sus sesgos.

Sin embargo, la convivencia con estas entidades conlleva una parte negativa e incluso peligrosa. A modo de ejemplo, la IA puede ser programada para hacer recomendaciones o tomar decisiones basadas en algoritmos y datos, lo que puede plantear preguntas sobre la responsabilidad y la ética. Si un abogado utiliza una herramienta de IA que proporciona recomendaciones inexactas o inapropiadas o asesoramientos directamente incorrectos, ¿quién es responsable de las consecuencias negativas que pueden derivarse de esas recomendaciones?

Aunque la IA puede mejorar la eficiencia de muchos procesos legales, también puede ser costosa y difícil de implementar. Los despachos de abogados y firmas profesionales deberán de realizar una cuantiosa inversión para disponer de los recursos que proporciona esta posible ventaja competitiva en el asesoramiento que se constituirá, sin duda, en clave de bóveda en las futuras estrategias de asesoramientos integral a nuestros clientes.

Un tema capital, la normativa en materia de protección de datos: la IA requiere grandes cantidades de datos para aprender y mejorar, lo que puede plantear preocupaciones sobre la privacidad y seguridad de los datos de los clientes. Además, si un sistema de IA es pirateado o hackeado, los datos sensibles de los clientes podrían estar en riesgo.

Finalmente, podemos apreciar la entrada de la IA en la abogacía como una tecnología disruptiva que generará una oportunidad para mejorar la eficiencia y precisión de muchos procesos legales, ayudándonos y complementándonos donde las capacidades humanas no llegan. Sin embargo, también plantea desafíos en términos de cómo se deben regular los algoritmos y cómo se pueden proteger los derechos -sobre todo en materia de protección de datos- tanto de nuestros clientes como de los nuestros propios. Es importante que los abogados estén al tanto de las últimas tendencias en IA y trabajen para asegurarse de que la tecnología se utilice de manera ética y responsable.

Óscar Mancebo Gutiérrez, socio del departamento laboral de ETL GLOBAL.

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